(Artículo publicado en el Periódico "Nueva Alcarria" el 19 de marzo de 2021).
Hace unas semanas aparecía en directo en un
canal de televisión nacional la abogada de un conocido rapero (de cuyo nombre
no quiero ni acordarme) condenado por enaltecimiento del terrorismo, injurias y
calumnias contra la Corona y contra las instituciones del Estado. Las declaraciones y la
actitud alterada de la letrada ante la cámara solo las puedo calificar, como
compañero suyo que soy, de bochornosas. Una abogada incendiaria, me dije al escucharla. Justo lo que su defendido no
necesita (aunque estoy seguro de que él está encantado de tener una abogada
así).
Extrapolado a mi especialidad, hace unos
días charlaba con una compañera y ambos opinábamos que los abogados
matrimonialistas deberían dejar a un lado “la guerra” entre las partes y tratar
de negociar un acuerdo beneficioso para ellas y para sus hijos si los hay. Cierto
es que también debemos pensar en el pleito, en la confrontación, y defender los
intereses de nuestros clientes en caso de no lograr un acuerdo. Pero siempre, y
más por la materia que tratamos, los abogados de familia estamos obligados a
ser en todo momento conciliadores. Es más, medio en broma medio en serio,
decíamos que si los abogados cobráramos más por los “mutuos acuerdos” que por
los “contenciosos”, muy probablemente los acuerdos aumentarían
significativamente.
Son muchas las veces en las que estamos
intentando negociar un acuerdo, frente al sufrimiento
y los nervios a flor de piel de nuestros clientes. Incluso en ocasiones se
tensa tanto la cuerda de la negociación que es unos minutos antes de entrar al
juicio cuando las partes se dan cuenta de que o llegan a un acuerdo o un
tercero vestido de negro ajeno a su vida va a decidir por ellos. Pero lo
importante es llegar a acuerdos con independencia del momento en que se consigan.
Recuerdo que durante mi pasantía en
Barcelona había una campaña del Colegio de Abogados de Barcelona que venía a
decir que el abogado no estaba para ir a juicio, sino para no tener que ir. Y
no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación.
Desgraciadamente también he
de decir que existen otros compañeros que aun trabajando en esta especialidad
tan delicada, su “estilo” dista mucho de ser conciliador, ni tienen tan
presente esa posibilidad de negociación. Compañeros que en lugar de tratar de controlar
el incendio, lo avivan y en muchas ocasiones se convierten en la “gasolina” que
le falta al cliente pirómano.
No puedo negar que las ganas de “demonizar” al contrario, como “el enemigo” a quien abatir en una crisis matrimonial (o de pareja) pueden ser muchas, pero no es nada recomendable dejarse llevar por ellas. A un progenitor, como a Su Señoría, lo que le debe interesar es velar por el bienestar de sus hijos y no convertir al otro en un villano. ¿De qué sirve obtener a toda costa una “victoria” de un progenitor frente al otro? (entrecomillado porque en este tipo de procesos nunca hay victorias, sino grados de derrotas). El cliente querulante puede estar encantado al haber encontrado en su abogado incendiario la horma de su zapato, pero sin ser consciente de que más allá de obtener rédito a su estrategia, esa “parte contraria” no es sino el padre o la madre de su hijo, y mal que le pese lo seguirá siendo cuando el proceso judicial acabe y los abogados desaparezcan. Por mucho que quieran después olvidar lo vivido en un proceso judicial, en esos padres quedará el poso de “todo lo malo” vivido, leído y escuchado, que dejará tocada su relación como padres, probablemente para siempre.
Por eso es importante que los progenitores mantengan vínculos adecuados entre ellos, con la vista puesta más allá de lo que suceda en el juzgado. Si se entorpecen o incluso se llegan a romper esos vínculos, se dificultará la reorganización familiar y posiblemente el conflicto se cronificará entre ellos con más litigios. Y los abogados no deberíamos estar para fomentar esto último, sino para evitarlo. El Derecho de Familia, además de abogados especializados, necesita abogados que sean apagafuegos y no incendiarios.
Luis Miguel Almazán
Abogado de Familia